Los vicios del fútbol peruano: Fútbol Femenino

Los vicios del fútbol peruano: Fútbol Femenino

En el Perú, ser futbolista mujer no garantiza una carrera, ni un contrato digno, ni siquiera la posibilidad de seguir jugando. Este artículo  y expone cómo los vicios del fútbol masculino—improvisación, abandono y silencio institucional—están siendo heredados por el fútbol femenino. Un retrato urgente de una industria que no se construye, se improvisa. Y donde, a pesar de todo, las que juegan lo siguen dando todo.

Imagina que tienes 23 años, eres futbolista y la imagen que todos tienen de ti es la de siempre: vives bien, entrenas en las mañanas, viajas en bus con tu equipo, tienes un contrato que te respalda y, después del partido, quizás vas a casa a descansar o a cenar con amigos. Imagina que todos piensan que tu vida está resuelta, porque eres futbolista. Pero ahora imagina esto: te lesionas. El club no renueva. No tienes agente, ni contactos, ni oportunidades. Nadie te llama. No hay rehabilitación pagada, ni ofertas, ni plan de carrera. Solo tú, tu rodilla maltrecha y cuentas que pagar. En ese contexto, retirarte jamás sería una opción para un futbolista consolidado que acaba de ser bicampeón nacional, ¿verdad? Pues sí, en este caso sí lo fue. Y no fue solo una opción. Fue la única.

María Ortegano, a sus 25 años, ya no es futbolista. La informalidad, la falta de representación y una voluntad política que tolera estas improvisaciones —que ya son norma— hicieron de su carrera algo del pasado. Nacida en Venezuela en 1999, llegó al Perú en 2020 para sumarse a Alianza Lima, donde fue pieza clave en el bicampeonato. Una grave lesión en la rodilla afectó su rendimiento y estabilidad emocional. En 2022, el club no renovó su contrato. Luego fichó por Deportivo Municipal, pero nunca debutó: su vínculo fue rescindido antes del inicio del torneo. Ante la falta de oportunidades, María se convirtió en repartidora de delivery para empresas como KFC y Pizza Hut, además de realizar envíos por cuenta propia.

Han pasado más de dos años desde entonces y el panorama no ha cambiado. La falta de representación para las futbolistas, la poca seriedad con la que se aborda el fútbol femenino y la inexistencia de un régimen laboral real siguen siendo parte del día a día. Lo confirma Martha Sofía Rentería, periodista especializada en deporte femenino: “El fútbol femenino termina siendo no la segunda, sino la tercera, cuarta o quinta prioridad en la agenda de los dirigentes”. Para ella, el problema tiene dos raíces: una visión prejuiciosa de la mujer en el sistema futbolístico y una lógica cortoplacista que impide construir un proyecto sostenible. El resultado: las jugadoras, periodistas y profesionales que acompañan este proceso reciben apenas lo mínimo indispensable.

 

Pero, ¿es esto nuevo en el fútbol peruano? La respuesta es clara: no.

El fútbol peruano está atrapado en una lógica deteriorada, con una dirigencia improvisada y clientelista más interesada en el poder que en el desarrollo del deporte. La falta de infraestructura, planificación y formación de menores ha generado una estructura débil, incapaz de sostener procesos sostenidos. A eso se suman un centralismo agudo, corrupción institucionalizada, torneos mal organizados y una cobertura mediática que prioriza el escándalo sobre el análisis. Perú no construye un proyecto nacional de fútbol; sobrevive gracias al talento individual y momentos aislados, pero sin una base estructural.

Esa precariedad también ha sido registrada con precisión en el paper de Andrea Tavares, “La Precariedad Laboral de las Futbolistas de la Primera División Femenina del Perú…”, publicado en 2021. El texto sostiene que la profesionalización del fútbol femenino se ha quedado en la superficie: “Debido a la falta de reconocimiento de derechos laborales, las futbolistas se encuentran en una clara situación de precariedad… no tienen seguridad social ni beneficios de ninguna clase. La conformación de un sindicato es una opción viable y efectiva…”. Tavares subraya la necesidad urgente de que FPF, clubes y organismos internacionales trabajen juntos para garantizar trabajo digno.

Rentería coincide. Ella no percibe una profesionalización real: sueldos simbólicos disfrazados de viáticos, logística precaria, falta de continuidad de planteles y carreras efímeras. Apenas dos clubes de la Liga Femenina hacen inversiones serias en sus equipos. El resto sobrevive. El abandono es generalizado. Y afecta a todos: desde el club más campeón hasta el más popular.

¿Dónde hemos visto esto antes?

Las divisiones menores y los resultados deportivos son víctimas del mismo nudo institucional: pobreza estructural, denuncias de corrupción y una frase que lo resume todo: “No vende”. Así lo resume el periodista Pedro García, con más de 20 años de experiencia. Aunque no es afín al fútbol femenino, advierte que para que este deporte sea sostenible debe generar interés más allá del marcador. Su testimonio refleja una desconexión profunda entre el núcleo tradicional del periodismo deportivo y los procesos emergentes que intentan construir algo nuevo. Mientras esa brecha persista, los medios seguirán ausentes de su verdadero rol transformador.

En este sistema, los medios no educan, pero sí exponen. Y la realidad es esta: en el Perú, el famoso debate sobre por qué las mujeres no ganan lo mismo que los hombres en el fútbol se queda en lo superficial. No alcanza a visibilizar que este sector está estigmatizado por sus resultados deportivos, pese a no haber tenido formación real, condiciones básicas de entrenamiento ni acceso siquiera al descanso correcto.

Si las jugadoras lo dan todo en la cancha, ¿por qué no se les da todo a ellas?

Como dijo alguna vez Matthew McConaughey, una pelota de fútbol es la mejor invitación universal: no importa el idioma ni la cultura; cuando alguien la lanza, todos sabemos qué hacer. Todos jugamos al fútbol, sí, pero no todos lo jugamos igual. Y ahí radica su magia: es el único deporte capaz de reflejar la historia y la realidad de cada pueblo. Será que esta es nuestra realidad?

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